Inauguración del Festival EDOC en Quito, el 8 de mayo. Alfredo Mora, María Campaña yManolo Sarmiento
domingo, 18 de mayo de 2008
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Premiación Telesur en los EDOC. La película ganadora fue el documental colombiano Un tigre de papel, de Luis Ospina. En representación de Colombia, Alejandro Ospina recibe la placa del jurado Lorena Giachino, Ariadna Alzuru y Rafael Barriga. Además en el centro, María José Elizalde, productora de los EDOC y Manolo Sarmiento, director.
Good Bye America:historia de los EEUU según un ‘Monster’
Despedirse de América despotricando en su contra es apenas una de las facetas del abuelo Al Lewis, cuya memoria es como un tratado de historia, su razonamiento, un arma crítica contundente y contestataria y sus arrugas un antifaz natural de mago y vampiro afable.
Goodbye America, es un documental producido por el vasco Elías Querejeta (Barrio, Los lunes al sol) y dirigido por el brasileño, Sergio Oskman (Gilberto Gil: un ministro en directo) sobre uno de personajes icono de la cultura norteamericana, el actor y activista Al Lewis, conocido por ser el abuelo de Los Monster.
El documental no hace más que descubrir a Lewis en el espejo, mirarlo mientras él se mira y rememora, y a partir de ese reflejo el abuelo hace todo el trabajo. A sus noventa años se alista en un camerino para una función más. Mientras su maquillista lo prepara para el espectáculo, Lewis relata de manera fotográfica cada década de su vida al servicio de un país en continua polémica y actividad bélica.
Entre capa y capa de maquillaje Lewis vuelve a los días de la gran depresión y Vietnam, y avanza hasta el tiempo actual de cacería de terroristas para concluir con aquello evidente: “Si no aprendes de la historia estarás sometido a cometer los mismos errores”.
Goodbye America, es un documental producido por el vasco Elías Querejeta (Barrio, Los lunes al sol) y dirigido por el brasileño, Sergio Oskman (Gilberto Gil: un ministro en directo) sobre uno de personajes icono de la cultura norteamericana, el actor y activista Al Lewis, conocido por ser el abuelo de Los Monster.
El documental no hace más que descubrir a Lewis en el espejo, mirarlo mientras él se mira y rememora, y a partir de ese reflejo el abuelo hace todo el trabajo. A sus noventa años se alista en un camerino para una función más. Mientras su maquillista lo prepara para el espectáculo, Lewis relata de manera fotográfica cada década de su vida al servicio de un país en continua polémica y actividad bélica.
Entre capa y capa de maquillaje Lewis vuelve a los días de la gran depresión y Vietnam, y avanza hasta el tiempo actual de cacería de terroristas para concluir con aquello evidente: “Si no aprendes de la historia estarás sometido a cometer los mismos errores”.
9 Star Hotel: solidaridad de fondo y forma
Una cámara guarda su distancia del grupo de trabajadores palestinos que atraviesan a la carrera la frontera israelita para ir a trabajar. Esta registra sus maniobras, el esfuerzo, los tropezones, las palabras de aliento sin interferir en la estampida hacia las trincheras.
9 Star Hotel, el documental del cineasta israelí Ido Haar es una apuesta a la tenacidad y una prueba personal del director quien se arriesga a atravesar los límites, tanto fronterizos, como humanos. Miles de palestinos trabajan de forma ilegal en construcciones en Israel, pero deben lidiar a diario con la persecución policial y las difíciles condiciones de supervivencia. El grupo crece día a día, y así también la solidaridad. El trabajo es su vida, pero en las noches comparten canciones, nostalgias y preocupaciones. Así también se fortalecen los lazos afectivos del director y camarógrafo, quien ha dejado la distancia y se abriga junto a los hombres, se guarece de la lluvia, corre peligrosamente por el bosque, huye de la policía y comparte las respiraciones agitadas y el dolor por cada intento fallido.
9 Star Hotel es un documental humano en su fondo y forma: la historia particular y el modo de contarla son dos posturas que hacia el final de la película se unifican como un proceso vital único y poderoso.
9 Star Hotel, el documental del cineasta israelí Ido Haar es una apuesta a la tenacidad y una prueba personal del director quien se arriesga a atravesar los límites, tanto fronterizos, como humanos. Miles de palestinos trabajan de forma ilegal en construcciones en Israel, pero deben lidiar a diario con la persecución policial y las difíciles condiciones de supervivencia. El grupo crece día a día, y así también la solidaridad. El trabajo es su vida, pero en las noches comparten canciones, nostalgias y preocupaciones. Así también se fortalecen los lazos afectivos del director y camarógrafo, quien ha dejado la distancia y se abriga junto a los hombres, se guarece de la lluvia, corre peligrosamente por el bosque, huye de la policía y comparte las respiraciones agitadas y el dolor por cada intento fallido.
9 Star Hotel es un documental humano en su fondo y forma: la historia particular y el modo de contarla son dos posturas que hacia el final de la película se unifican como un proceso vital único y poderoso.
El papel no puede envolver la brasa, el cine sí
Al final de un largo y oscuro corredor una niña llora desconsolada como un presagio de lo que será su vida si crece atrapada entre las paredes de ese edificio viejo y húmedo. Amanece entre los gritos de ‘la madama’ que reclama su ganancia, las pastillas de ma diluidas que las chicas fuman para soportar la jornada, las anécdotas de las palizas de la noche anterior y las curaciones que se brindan entre ellas. El director camboyano, Rithy Panh (1964) ha dedicado su labor documental a retratar la miseria que vive Camboya, el abuso de poder de los jemeres rojos (Partido comunista camboyano) durante el régimen sangriento de Pol Pot y una serie de tragedias que han asolado a su pueblo. Ahora con su documental El papel no puede envolver la brasa se instala junto a un grupo de jóvenes prostitutas y las acompaña en sus rutinas crueles y desesperanzadas.
“Así es la vida de las chicas malas, nos explotan, nos estrujan como ajos” dice una de ellas mientras aplica esmalte rojo en las uñas de una de sus compañeras, quien narra a su vez la experiencia de haber sido brutalmente golpeada por un cliente blanco que disfrutaba con sus lágrimas. Prisioneras de sus errores, de la pobreza, de su adicción a las drogas, de varios abortos anuales las jóvenes habitan miserablemente en unos cuartos en Phonm Penh, capital de Camboya. Algunas anhelan volver a sus pueblos, otras asumen que la muerte es todo lo que les espera. El director Rithy Panh, por su parte, ofrece en un manifiesto de ira contra las 1500 ONG’s que supuestamente dedican sus fondos al desarrollo del país y con ese pretexto compran por $300 dólares a los hijos de las prostitutas, contra los cascos azules que propagaron el SIDA entre las mujeres camboyanas, contra los sueños destrozados de miles de mujeres en condiciones de pobreza y enfermedad extremas.
Panh, quien vivió en carne propia las crisis políticas y sociales en su país, fue a los 11 años recluido en un “centro de rehabilitación” de los jemeres rojos y vio morir a toda su familia. A los 15 años pudo escapar a Tailandia y en 1980 fue acogido en Francia, donde estudió cine. Su primer documental fue Sitio II con la que ganó el Grand Prix du Documentaire, en el Festival de Amiens. Entre sus películas se cuentan Los arroceros, S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos, entre otras.
El papel no puede envolver la brasa es un acercamiento crudo a las vidas de las mujeres que se han entregado al odio, la perversión y la muerte para poder comer, a la dignidad perdida, a los cuerpos que han alcanzado su mayor estado de decadencia y los espíritus resquebrajados para siempre.
Panh, quien vivió en carne propia las crisis políticas y sociales en su país, fue a los 11 años recluido en un “centro de rehabilitación” de los jemeres rojos y vio morir a toda su familia. A los 15 años pudo escapar a Tailandia y en 1980 fue acogido en Francia, donde estudió cine. Su primer documental fue Sitio II con la que ganó el Grand Prix du Documentaire, en el Festival de Amiens. Entre sus películas se cuentan Los arroceros, S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos, entre otras.
El papel no puede envolver la brasa es un acercamiento crudo a las vidas de las mujeres que se han entregado al odio, la perversión y la muerte para poder comer, a la dignidad perdida, a los cuerpos que han alcanzado su mayor estado de decadencia y los espíritus resquebrajados para siempre.
A Father's Music
Reflexiones musicales sobre la paternidad, el amor y la vida
Para Otmar Suitner la vida siempre se dividió en dos: profesión y privacidad; Oriente y Occidente, esposa y amante, días de semanas y fines de semana. Pero su pasión por la música fue única e indivisible, así como único fue su hijo Igor Heitzmann, frente a cuya cámara Suitner se confiesa entre temblores y notas musicales.
A father’s Music, documental alemán dirigido por Igor Heitzmann, es un recorrido íntimo y familiar del cineasta quien busca reconstruir la historia de la vida de su padre Otmar Suitner, un afamado conductor de orquesta austriaco y maestro de la Ópera de Berlín Oriental.
El documental parte de la curiosidad del hijo y director sobre la vida de un padre a quien veía solo los fines de semana y cuyos conciertos mundialmente reconocidos él había olvidado o era muy pequeño para comprender. En una meticulosa búsqueda de archivos Heitzmann descubre, no solo las cartas y las fotografías que su madre conserva con devoción, sino videos y grabaciones de cientos de conciertos dirigidos por Otmar.
Al ritmo de Mozart, Strauß, Wagner y tantos otros favoritos del padre, Heitzmann entrevista a su octogenario padre, confronta sus ausencias, le exige una que otra lección de piano y finalmente le pide que dirija una última vez.
El recorrido por la vida del maestro ofrece el interesante contexto de las Alemanias divididas y de la bigamia de Otmar. En oriente estuvo siempre casado y fiel a su esposa y en occidente, siempre enamorado de su amante y madre de su hijo. Las dos lo saben y lo aceptan, así como las dos Alemanias lo reciben y aclaman su música.
Con la caída del Muro de Berlín la vida de Otmar pierde aquel balance perfecto entre comunismo y Occidente, entre esposa y amante y como el colmo de un conductor padece del mal de parkinson y antes de que sus temblores sean más notorios se retira.
Ahora, con más de 80 años Otmar se sienta a la mesa con sus dos mujeres, su hijo y una cámara que indaga en sus percepciones certeras, su humor poco frecuente pero afilado y sus recuerdos de días de gloria.
Otmar es un hombre silencioso que admite con seguridad que él nunca quiso tener un hijo. Ante la paciencia y mirada contemplativa de la madre de Igor quien le recuerda cómo habían planificado tenerlo, Otmar se ablanda y ríe.
Padre e hijo comparten al fin un recuerdo en común: la búsqueda de memorias, este viaje por el pasado, por la música y por las verdaderas pasiones de ambos que se convertirá al fin en un legado para ambos.
A father’s Music, documental alemán dirigido por Igor Heitzmann, es un recorrido íntimo y familiar del cineasta quien busca reconstruir la historia de la vida de su padre Otmar Suitner, un afamado conductor de orquesta austriaco y maestro de la Ópera de Berlín Oriental.
El documental parte de la curiosidad del hijo y director sobre la vida de un padre a quien veía solo los fines de semana y cuyos conciertos mundialmente reconocidos él había olvidado o era muy pequeño para comprender. En una meticulosa búsqueda de archivos Heitzmann descubre, no solo las cartas y las fotografías que su madre conserva con devoción, sino videos y grabaciones de cientos de conciertos dirigidos por Otmar.
Al ritmo de Mozart, Strauß, Wagner y tantos otros favoritos del padre, Heitzmann entrevista a su octogenario padre, confronta sus ausencias, le exige una que otra lección de piano y finalmente le pide que dirija una última vez.
El recorrido por la vida del maestro ofrece el interesante contexto de las Alemanias divididas y de la bigamia de Otmar. En oriente estuvo siempre casado y fiel a su esposa y en occidente, siempre enamorado de su amante y madre de su hijo. Las dos lo saben y lo aceptan, así como las dos Alemanias lo reciben y aclaman su música.
Con la caída del Muro de Berlín la vida de Otmar pierde aquel balance perfecto entre comunismo y Occidente, entre esposa y amante y como el colmo de un conductor padece del mal de parkinson y antes de que sus temblores sean más notorios se retira.
Ahora, con más de 80 años Otmar se sienta a la mesa con sus dos mujeres, su hijo y una cámara que indaga en sus percepciones certeras, su humor poco frecuente pero afilado y sus recuerdos de días de gloria.
Otmar es un hombre silencioso que admite con seguridad que él nunca quiso tener un hijo. Ante la paciencia y mirada contemplativa de la madre de Igor quien le recuerda cómo habían planificado tenerlo, Otmar se ablanda y ríe.
Padre e hijo comparten al fin un recuerdo en común: la búsqueda de memorias, este viaje por el pasado, por la música y por las verdaderas pasiones de ambos que se convertirá al fin en un legado para ambos.
Mi vida dentro
En la programación de los EDOC este año se presenta una muestra de documental reciente mexicano y ha participado la película Mi vida dentro, de Lucía Gajá quien además estuvo presente en Quito para presentar su película, reunirse con el público y participar en un foro denominado Filmar la cárcel.
Hay que tomar en cuenta que Lucía viene a Quito como una escala breve antes de ir a Cannes donde se presenta su película en una función especial.
Ella es muy joven tiene apenas 34 años y parece muchísimo menor. Desde 1999 se empezó a involucrar con casos de mujeres mexicanas presas en los EEUU hasta que se encontró el caso de Rosa, mujer sobre cuya historia se centra el documental Mi vida dentro.
A continuación un artículo sobre la película, que en realidad es un testimonio brutal de injusticia que hace que uno como espectador desee poder hacer algo al respecto.
El rigor de la ley, el rigor de la injusticia y el racismo
Lucía Gajá durante una entrevista en Radio VisiónCon la mirada perdida entre los miembros del jurado una mujer rubia, delgada, de ojos claros sin el más mínimo parecido con el estereotipo de la abogada acusadora rigurosa y temible de las tradicionales series estadounidenses de tv, de repente como si reflexionara profundamente esta señora de aspecto frágil e inofensivo le pregunta a un testigo: “¿Usted podría asegurar que pese a ser mexicana Rosa es una mujer inteligente?”
Nadie en toda la corte parece tener ninguna objeción con la pregunta, como si todos estuvieran sordos, como si semejantes palabras flotaran en el aire y pudieran dispersarse sin herir a nadie. La única persona que podría comprenderlas es Rosa, la aludida, pero ella no habla inglés, idioma en el que se la ha injuriado. Afortunadamente para superar el asombro y no dudar de la verosimilitud de este tipo de acusación, en el juzgado hay una cámara que sigue paso a paso el juicio de Rosa Jiménez, una joven mujer mexicana indocumentada y acusada de homicidio.
El juicio de Rosa en Austin, Texas, EEUU se convierte en la pieza clave para que la directora Lucía Gajá pueda construir el documental Mi vida dentro, una película que por lo asombroso de su contenido parecería por momentos una obra de ficción.
Mi vida dentro es un documental que despega de las tragedias propias de la inmigración ilegal, tema ya ampliamente difundido por el cine en general, pero Gajá logra que se eleve a un nivel de complejidad mucho mayor: Rosa Jiménez, migró a los EEUU, se casó, tuvo una niña, hizo su vida normalmente durante casi seis años hasta el día que el pequeño al que cuidaba como niñera sufrió un accidente. El niño murió asfixiado y Rosa fue encarcelada embarazada de su segundo hijo, acusada de homicidio y maltrato infantil.
La cámara de Lucía Gajá acompaña a Rosa dentro de una cárcel de alta seguridad mientras espera el día de su sentencia y luego, se instala durante 13 días en el juzgado.
La película está construida de modo cronológico si se quiere, por lo que la tensión y angustia crece en el espectador; así como el sentimiento de indignación y fastidio frente a la ignorancia y la falsedad de un discurso oficial resquebrajado, aprendido de memoria, que fabrica héroes y demoniza al extranjero.
No cabe siquiera suponer que el documental no sea objetivo. Las palabras de los acusadores son por sí solas suficiente medida para comprender que en los EEUU existe un sistema de justicia invencible que no caerá por una “mexicana inteligente”.
Mi vida dentro es de esas películas que sacude y que invita no a la reflexión, sino quizá a una postura activa y contestataria frente a lo abominable de la justicia implacable que solo se aplica a aquellos incapaces de defenderse.
Nadie en toda la corte parece tener ninguna objeción con la pregunta, como si todos estuvieran sordos, como si semejantes palabras flotaran en el aire y pudieran dispersarse sin herir a nadie. La única persona que podría comprenderlas es Rosa, la aludida, pero ella no habla inglés, idioma en el que se la ha injuriado. Afortunadamente para superar el asombro y no dudar de la verosimilitud de este tipo de acusación, en el juzgado hay una cámara que sigue paso a paso el juicio de Rosa Jiménez, una joven mujer mexicana indocumentada y acusada de homicidio.
El juicio de Rosa en Austin, Texas, EEUU se convierte en la pieza clave para que la directora Lucía Gajá pueda construir el documental Mi vida dentro, una película que por lo asombroso de su contenido parecería por momentos una obra de ficción.
Mi vida dentro es un documental que despega de las tragedias propias de la inmigración ilegal, tema ya ampliamente difundido por el cine en general, pero Gajá logra que se eleve a un nivel de complejidad mucho mayor: Rosa Jiménez, migró a los EEUU, se casó, tuvo una niña, hizo su vida normalmente durante casi seis años hasta el día que el pequeño al que cuidaba como niñera sufrió un accidente. El niño murió asfixiado y Rosa fue encarcelada embarazada de su segundo hijo, acusada de homicidio y maltrato infantil.
La cámara de Lucía Gajá acompaña a Rosa dentro de una cárcel de alta seguridad mientras espera el día de su sentencia y luego, se instala durante 13 días en el juzgado.
La película está construida de modo cronológico si se quiere, por lo que la tensión y angustia crece en el espectador; así como el sentimiento de indignación y fastidio frente a la ignorancia y la falsedad de un discurso oficial resquebrajado, aprendido de memoria, que fabrica héroes y demoniza al extranjero.
No cabe siquiera suponer que el documental no sea objetivo. Las palabras de los acusadores son por sí solas suficiente medida para comprender que en los EEUU existe un sistema de justicia invencible que no caerá por una “mexicana inteligente”.
Mi vida dentro es de esas películas que sacude y que invita no a la reflexión, sino quizá a una postura activa y contestataria frente a lo abominable de la justicia implacable que solo se aplica a aquellos incapaces de defenderse.
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