martes, 26 de junio de 2007
World Cinema Fund, desde Berlín
En 2004 el World Cinema Fund nació como una iniciativa de dos miembros del Festival de Berlín para apoyar los procesos de producción cinematográfica de los países del tercer mundo. Sonja Heinen y Vincenzo Bugno reciben anualmente unos 600 proyectos de películas de los cuales el 50% son de América latina. A decir de Bugno, lo que más les sorprendió al fondo cuando iniciaron sus labores fue la excelente calidad de los proyectos que recibían. “Tomando en cuenta que vienen de países que tienen muchas limitaciones para hacer cine, lo destacado es ver que la creatividad no se ve afectada por los recursos”, comentaron.El fondo convoca dos veces al año, en marzo y agosto. Reciben proyectos de guión y también películas en proceso de producción. Estos deben ser enviados a través de una productora y no por un particular. El fondo lo que busca, además de contribuir con el proyecto, es consolidar las relaciones de cooperación entre productoras de los países creadores y productoras alemanas que se interesan por ese tipo de producto cinematográfico. A decir de Heinen el fondo es capaz de financiar de forma parcial unas 10 películas anuales, tanto largometrajes de ficción, como documentales que no se hayan creado para televisión.Entre sus trofeos se cuentan importantes películas a las que han auspiciado y han logrado altos reconocimientos. Entre ellas su primer proyecto en 2004: la palestina Paradise Now, que incluso estuvo nominada al Óscar. Ahora la ganadora en Cannes al premio del Jurado Luz silenciosa, de Carlos Reygadas también recibió apoyo del fondo.Bugno comenta con orgullo que no hay película que haya pasado por el fondo a la que no le haya ido bien: “Todas han sido invitadas a festivales importantes y han sido estrenadas también en Berlín”De las películas latinas que han pasado por manos del World Cinema Fund se cuenta nada menos que Bombón, el perro, de Carlos Sorín, El custodio, de Rodrigo Moreno, El otro, de Ariel Rottter, Madeinusa, de Claudia Llosa, El abrazo partido, de Daniel Burman y más.Ambos comentan que los temas constates en los proyectos que reciben son los dilemas de cada región. Predomina de alguna manera los tema entorno a la búsqueda de identidad, y a la mujer. También se abordan con frecuencia los conflictos de Medio Oriente, Israel y Palestina, el fundamentalismo y la religión tratados desde lo sociológico, antropológico e íntimo.Este año Vincenzo Bugno ha sido invitado a participar como jurado en el festival de cine Cero Latitud que tendrá lugar en Quito en Octubre. Él comenta que es de su interés conocer ese tipo de muestras en países como el Ecuador donde está surgiendo el tipo de cine que el World Cinema Fund busca. Es posible también que de la mano de Bugno llegue al festival una primicia de la región, la última cinta que el fondo auspicio: Hamaca paraguaya, de Paz Encina.
Presupuesto anual
Con el apoyo de la Fundación Federal de Alemania para la Cultura y el Instituto Goethe, el World Cinema Fund cuenta cada año con $671 mil. Estos se dividen entre los proyectos elegidos en cada convocatoria, por porcentajes dependiendo de la necesidad de cada uno. Para información: www.berlinale.de
martes, 19 de junio de 2007
Arregui: un infarto por película
Con algo de retraso
El corazón y El telón de azúcar
El corazón: un órgano herido por esquirla de bala
La estructura de esta película es un organismo, tal como el órgano del corazón. Cada cinta genera su propia forma y a mi lo que más me gusta del documental es la experimentación con la forma y la libertad que trae eso. Esta película parte de la aproximación a un objeto que es a la vez, un símbolo, una metáfora, es el sitio donde reposa la religiosidad, el alma, el amor. Entonces más que hablar del corazón he creado una ambivalencia para hablar de un tiempo, de un territorio y del mundo que me ha tocado vivir.
Esta es una película es el resultado de muchos años de trabajo. No es la primera vez que me aproximo a un relato a partir de un símbolo. A partir del 90 empiezo un acercamiento con Colombia usando símbolos con una trilogía: La arepa, El trompo y la corbata. La realidad colombiana era tan desbordante y yo entre en un cierto conflicto con la información periodística directa porque toda la información que teníamos era el resultado de esa cotidianidad de bombas y acontecimientos terribles.
Para poder entender al país, a la sociedad, a la familia busco cual es su esencia. Empecé a crear un territorio donde a partir de objetos que tuviesen esa doble lectura cotidiana, espiritual, política, etc. De la suma de todos esos elementos encontraba personajes muy particulares.
¿Cómo manejas las aproximaciones simbólicas?
En el caso del símbolo del Corazón era el caso perfecto. Colombia es un país consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y hay un elemento muy importante que son estos ciclos de violencia que ha vivido el país y que siempre terminaban asociados a la política y a la religión.
Luego me enteré de la operación que le habían hecho al soldado y entra en el contexto del corazón, que me da parámetros estructurales muy importantes: el organismo. El corazón como hecho biológico tiene un funcionamiento que tiene que ver con sistemas que se entrecruzan y ahí está el aspecto metafórico: por un lado es una historia de amor y por otra
Y dos personajes el doctor y el paciente, el hombre que más corazones toca y el soldado con la herida más inusual.
Y El corazón aunque trata sobre un elemento universal que ha tocado a públicos de todo el mundo, es el corazón de Colombia, al que hoy en día le hace falta catarsis, le hace falta sanar, hablar y ceder.
Este fue un trabajo de mucha reflexión y de mucho tiempo. Fue un año de rodaje, cinco meses de edición.
El telón de azúcar: los años de bonanza y alegría
Entrevista
"Necesitaba recuperar el país de mi infancia"
¿Cómo nació la idea de El telón de azúcar?
Fue un proceso muy largo. Cuando yo estudiaba cine no sabía que iba a dirigir. Yo hacía cámara. En 1994 cuando volví a La Habana, porque mi madre y mi hermana estaban ahí, me produjo una gran angustia ver cómo había cambiado el país. Del 91 al 93 fue la gran crisis del Período Especial que terminó con la crisis de balseros y yo estaba en La Habana cuando pasó eso. La gente ya había pasado por una crisis tan intensa que estaban descontentos. Mi país de la infancia había desaparecido y las personas estaban tan hartas de lo que sucedía, que ya no se querían acordar. Fue ahí que pensé que alguien iba a ser la película del país que tuvimos, aunque había desaparecido, de la infancia feliz. Me puse a esperar. Trabajaba como asistente de dirección y por ahí en 1999 decidí ser yo quien escriba el proyecto para esa película.
Pasé seis meses en La Habana reinsertándome en un nuevo país. A final de los noventa, luego de la crisis el país se reconvirtió una vez más y yo fui para conocerlo otra vez. Ahí escribí el proyecto, que varió bastante, pero la esencia era la misma: recuperar el país de mi infancia. Y sin querer entrar en los detalles del presente -porque esa es otra película- mi historia me lleva a la actualidad.
¿Cómo financió el proyecto?
Nunca presenté el proyecto a ningún productor porque era mi primera película y no esperaba que alguien quiera financiarlo sin ver una obra previa. Además, cuando tienes un productor o un canal de televisión te imponen ciertas cosas y yo no quería eso, quería que el proyecto sea lo más libre que se pudiera. Entonces apliqué a becas hasta que un fondo pequeño aceptó el proyecto y nos financió a mi y una amiga que hacía sonido estar tres meses en Cuba.
¿Cómo fue la postproducción?
Lo más simple era tener una computadora comprar memoria, un programa de edición y los amigos que ayudaban de manera puntual, durante tres años. Cuando tuve más o menos un corte de una hora y cuarenta minutos presenté la película a Cine en Construcción del Festival de San Sebastián. Ahí obtuvimos el premio de Televisión Española con el que pudimos pagar al equipo y las deudas, además de una buena posproducción. Terminamos la película y luego empezó el otro proceso que es el de visitar festivales empezamos el año pasado en Toronto y luego tuvimos la gran oportunidad de ir al Festival de Berlín, lo que fue inolvidable. Tuvo una acogida increíble porque ellos son como primos de nosotros, niños pioneros, pañoletas himnos, muchas personas vivieron lo mismo que nosotros en Cuba. En La Habana todavía no se ha pasado. Tenemos que postular este año para el festival.
¿Hubo apertura de la gente para hablar del tema?
Desde 1999 mis amigos saben que el proyecto existía y ellos estaban en la película desde entonces a excepción de algunos que en el transcurso de esos años se fueron. Y contamos con la sorpresa de los músicos Habana Abierta a quienes conocí en Madrid. Ellos esperaron diez años antes de volver a Cuba y fue un regalo del destino la coincidencia de estar con ellos durante el miso tiempo del rodaje. Para ellos fue muy emocionante volver a ver la ciudad y a sus familias en muchos casos luego de ocho y diez años.
Pese al contexto optimista de la película ¿Piensa que el final de la historia es pesimista?
Yo dejo que cada persona lo interprete. Hay personas que me han dicho que la película les da esperanza, a otros que les afecta mucho. Yo pienso que cada uno tiene que ser responsable de lo que siente con la película. Para mi el final, con esa niña que va a la escuela es un final abierto. Pero yo sí tengo esperanzas, pese a las rupturas que vivió nuestra generación que además experimentó la crisis en medio de su paso a la vida adulta
El Período Especial fue traumático para todo el mundo y yo no lo viví. Cuando filmaba y les preguntaba por al antes ellos me hablaban de la crisis, no del tiempo anterior.
¿Cuál era el objetivo final de la película?
Recuperar el país de la infancia, en lugar de guardar en recuerdo en una cajita. A mi en Europa me pasaba todo el tiempo que la gente tenía una visión negativa de Cuba y a mi me causaba rabia porque yo venía de vivir en el paraíso. Y agota tener que explicarlo cientos de veces. Ahora me ahorro horas de explicaciones, mejor les muestro la película. Porque en Europa no sabían que en Cuba durante 20 o 30 años hubo un bienestar general.
Paulina Simon