sábado, 6 de marzo de 2010

¿Qué sacrificio harías por amor?



¿Qué sacrificio harías por amor? Es quizá una de las preguntas más significativas en una relación. Y de ésta derivarán generalmente una serie de ofrecimientos que muy poca gente es capaz de cumplir; amorosas campañas plagadas de lugares comunes, que afortunadamente, en la práctica casi nunca hace falta aplicar. Si la pregunta se la hace a un padre, no existe casi nada que no haría por sus hijos.

Irina Palm, película británica de Sam Garbarski que se exhibe en el marco del Eurocine, es quizá todo menos el lugar común del sacrificio materno. Maggie es la abuela de Olly un niño enfermo al borde de la muerte. Para curarlo, ya ha vendido todas sus posesiones pero aún requieren dinero.

La noble abuela sale a las calles de Londres a buscar la forma de reunir el dinero y termina solicitando trabajo de “anfitriona” en un cabaret; sin entender del todo que esto la convertirá en dos manos anónimas que masturban a los caballeros a través de un hueco en la pared.

Nada parecería tan insólito y descabellado, pero la película de Garbarski tiene el control absoluto sobre un tema que bajo otra lupa podría ser perverso. La abuela termina por convertirse en un mito urbano de placer y es bautizada como Irina. Sus palmas mágicas y secretas, que aman dulcemente a los londinenses son la distracción más cotizada del Soho. Mientras, el dinero que genera esta leyenda sigue llegando a la cuenta del nieto moribundo.

Irina Palm es una obra maestra del cine europeo actual: parte de una idea descabellada y la resuelve paso a paso con una belleza fotográfica, un sentido del humor fino y una elegancia clave que el espectador agradece en cada escena. Un espacio sórdido, como el cabaret y su cabina de masturbación, se convierte en una habitación iluminada por el decoro del personaje y el admirable talento de la actriz Marianne Faithfull.

Los personajes de la abuela, interpretado por Faithfull, la mítica y bella modelo, cantante de rock y blues en los 60’s y de Miki, el dueño del cabaret encarnado por Miki… protagonista de la siempre clásica Underground de Kusturica son entrañables. Ambos le dan a la película la esencia de su humanidad, logran que el sentido del sacrificio materno sobrepase todo cliché y se convierta en una brisa de cine fresco, cercano, contagioso de buen humor, sobriedad y seriedad cinematográfica. Una obra única en su trasfondo humano y en la sutileza de su mirada.

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