sábado, 6 de marzo de 2010

Metrópolis: La vigencia de la fábula política y el amor por el cine



No existe una sensación que se compare a la que produce ser espectador de una proyección cinematográfica. Por más acostumbrados que estemos a sentarnos en una sala de cine, la experiencia no deja de ser única e irrepetible con cada película.
Es, en esencia, ese poder de las imágenes que nos ilumina y también a un buen número de extraños sentados a nuestro lado, el que hace que ver el cine frente a la comodidad de nuestros televisores y reproductores de dvd tenga tan poco encanto.
Esta reflexión, casi anacrónica en una época de teatros en casa, es el resultado de ver y escuchar una de las más importantes películas de todos los tiempos, Metrópolis, de Fritz Lang a la antigua: en la gran pantalla, entre cientos de personas y musicalizada en vivo, como si nos hubiéramos transportado a 1927.

La obra maestra de Lang dio inició al Festival Eurocine, la noche del jueves en Quito con un espectáculo inolvidable protagonizado por una fábula política siempre vigente, acompañada por la música contemporánea, electrónica y sicodélica de la banda Can Can.

De Metrópolis se ha dicho todo, pero en cada época en la que se vuelva a ver, seguirá vigente el genio premonitorio de Lang, esa relación ambigua entre humanismo e industrialización, la sorprendente arquitectura del mundo siempre inclinándose peligrosamente hacia la soberbia bíblica de la Torre de Babel.

Metrópolis es una ciudad moderna, futurista construida sobre los hombros de los obreros que mantienen vivo el corazón industrial de la megalópolis. Una cabeza, millones de manos y ningún mediador que sea capaz de poner el corazón que hace falta para acabar con la esclavitud, la deshumanización y el odio.

La música de Can Can, bajo la dirección de Nelson García, acompaña con precisión este sentimiento de vigencia que propone Metrópolis, ese aire eternamente futurista, que se fusiona con un ritmo experimental, cargado de efectos, voces, timbres, ruidos industriales, máquinas infernales. Para ser justos con la musicalización existen momentos en que el expresionismo inquietante y bello de Metrópolis recibe una sobrecarga de información cuando Can Can le añade líricas a la música, pero en general imágenes y ritmo conviven intensamente.

Un clásico atado a los sintetizadores del presente, con una vocación única de inquietar, motivar y revivir al público, sacarlo de su cine en casa y devolverle la experiencia única del cine, esa sensación que nos ilumina y nos reconstruye.

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