sábado, 6 de marzo de 2010
Botellas retornables, vidas reciclables
Los días en el Eurocine van dejando poco a poco una sensación honda de conexión con un mundo íntimo, de una relación más cercana con los sentimientos y las preguntas importantes de la vida. Con la cinta Botellas retornables, de Jan Sverák se reafirma esta noción de estar viendo un cine que no habla de lo extraordinario, sino de aquello natural. Esta película checa es una mirada a la vejez y a los contratiempos de llegar a ese momento cuando la jubilación es una tragedia para la que nunca estábamos preparados y el desamor es una corriente fría que se cuela por las puertas mal engrasadas de nuestras guaridas.
Josef Tkaloun es profesor de literatura checa. Sus alumnos son unos adolescentes impertinentes que hacen que pierda la paciencia y después de largos años de devoción por su trabajo decide retirarse. El primer día en casa con su mujer se siente tan atrapado por la rutina que decide salir a buscar trabajo. Primero como mensajero y después en un puesto de reciclaje de botellas en un supermercado.
La película nos muestra a un hombre adulto que de ninguna manera piensa asumir la edad como un inconveniente y demuestra que no lo es. La historia está narrada en un tono tan sutil que casi no nos deja percibir que en realidad se trata de un drama, pese a la forma cómica en la que ha sido abordado.
Es una obra naturalista, poco ambiciosa en el aspecto formal, lo cual le deja mucho espacio al guión y a la construcción de los personajes para fortalecer cada una de las anécdotas que se van colando en la historia central.
La ventanilla y el cuarto de reciclaje donde trabaja Josef son como un confesionario: Hombres y mujeres elevan una plegaria por su soledad, su angustia, el paso del tiempo, sus nuevas ilusiones y pasiones escondidas. Josef hace las veces de confesor, amigo, Cupido y otras tantas de fisgón, aprovechando su posición privilegiada para fantasear con la juventud ajena y todas las bondades de las faldas veraniegas y transparentes de las mujeres de Praga, atravesando ante sus ojos en contraluz.
Botellas retornables es una bocanada de cine fresco, alegre pero a la vez duro, que se construye a partir de escenas mínimas, pero siempre cargadas de significado y valor.
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