miércoles, 9 de mayo de 2007

Entrevista a Yanara Guayasamín


Llegué a la casa de Yanara Guayasamín el viernes por la tarde. Era la última cobertura de la semana. Acababa de salir del estadio. Mientras seguía a los jugadores de la selección de Olimpiadas especiales y al técnico de la Tri y no paraba de llover. Con la ropa mojada, despeinada y el espíritu por los suelos, llegue a su casa en la floresta. El recibimiento de su hija Cassielle, empezó a cambiar el panorama, esta será una entrevista alegre -o al menos eso esperaba- salió Yanara con un aire tan familiar que me dio un aliento adicional para terminar la semana.
Empezamos a hablar. Yanara es una buena conversadora, ella dice que en su película se trata un poco de dejar de la lado las pasiones para analizar los temas de Cuba, sin embargo ella es pura pasión. El proyecto de vida, como ella lo llama, es una obra enorme que para mi gusto solo podría hacerla una persona de su generación. Tras más de una hora de conversación fluida presiento que me he puesto triste. No se trata de una entrevista corriente, ni de una película más. Se trata del fin de una era que yo no conocí. Por más que intento y busco en mi interior siento que soy hija de la apatía. No viví Cuba, ni la revolución, ni el espíritu, casi ni la anécdota y presiento que históricamente aquello que he vivido y lo que experimento a diario es un momento insignificante. Como decía mi profesor de apreciación del arte, el doctor Julio Pazos: “Ustedes son los hijos de los Corn Flakes, porque eso es lo que desayunan, ¿o no? ¿Acaso saben lo que es la machica?”y para colmo, cuando lo dijo, una alumna se desmayo, seguramente por su desayuno a base de cereal gringo.
Me disculpo por la hilación tan personal. Pero al menos quedan claras las impresiones fuertes y la llamada de atención, a manera de despertar que produjo en mi la entrevista con Yanara Guayasamín que copio a continuación.

P.

Cuba: menos política, más humana



Mañana empieza el festival de documentales EDOC y entre sus platos fuertes se anuncia la presentación especial de preestreno de la película de Yanara Guayasamín, Cuba, el valor de una utopía. La expectativa por este filme es grande ya que ha hecho un importante recorrido por festivales del mundo y la crítica ha estado ha su favor. De regreso tras una presentación de su anterior película De cuando la muerte nos visitó, en los EEUU y recuperándose de una gripe que la ha tenido en cama, Yanara habla sobre sus motivaciones para hacer esta película que será la primera parte de una trilogía y que más allá de ser eso, significa para ella un proyecto de vida.

¿Qué le movió a rodar Cuba, el valor de una utopía?

Lo que quería realmente era comprender que quedaba del sueño, entre lo que yo pensaba que era Cuba y el encuentro real. Y con el tiempo al empezar a trabajar, ir y volver, conocer y reconocer a la gente, y entender los procesos me preguntaba siempre, como una de las primeras ideas que aborda la película: quién es la gente que hizo la revolución, por qué la hizo, de dónde venían, de qué bases partían y qué ha quedado todo aquello y cómo la sienten hoy día.

¿De qué trata la primera película?

El tema de esta primera película es la visión desde adentro, de los que se quedaron, los que de alguna manera u otra pagaron el precio de lo que habían soñado.

¿Qué sucede en el resto de la trilogía?

La primera parte es eso, la historia de los que vivieron la revolución, la segunda parte será desde su triunfo hasta nuestro días y luego la tercera parte aspiro a que será una generación más tarde donde podremos ver a los niños que han crecido y en qué quedó la revolución después de Fidel y del paso de la generación que la hizo.

¿Como nació la idea?
Esta trilogía sucede en el tiempo. Más allá de la película para mi es un proyecto de vida que inició en la Universidad como una tesis, un laboratorio sobre lo que podía ser Cuba a través del tiempo. Se trata de comprender qué pasó, que deja de positivo y qué de complicado.

¿Qué le impacto al conocer Cuba?

Fui la primera vez a Cuba a principios de los noventa. Lo más fuerte era la comparación entre lo que uno soñaba que era Cuba, con todo lo que uno hubiera querido tener desde el punto de vista social y el momento de llegar a Cuba y enfrentar un país en período especial, que era lo que se vivía en los noventa. Yo nunca llegue a conocer el país del que hablan mis personajes, en el que mamá soviética les ayudaba económicamente. Yo llegué en la época en la que era muy difícil movilizarse, que había una fuerte crisis por la caída del bloque soviético. Sin embargo, encontré una gran solidaridad entre la gente. Era una realidad tremendamente desgarradora, eran las cosas más increíbles y más dura puestas en un solo saco y eso hacía mucho más difícil establecer un balance de que era lo que realmente estaba pasando en este país.


¿Cómo fue la experiencia de entrevistar a Fidel? (suspiro y silencio prolongado)

Tuve la oportunidad de estar tres veces con Fidel. El mayor tiempo fueron cuatro días, en 1995. En ese momento específico me enfrentaba a un hombre único, sobretodo por su inteligencia, luego por su capacidad como orador y aquello que decía. Lo que más me asombro fue su rapidez mental, pero también me llamo la atención su calidez humana, que parece increíble cuando te pones a medir todas las cosas que este hombre debe haber vivido. En esta película yo me posiciono desde un punto de vista mucho más juvenil, la película esta hecha desde el punto de vista del padre de mi padre. En realidad para mi padre (Oswaldo Guayasamín), Fidel era un ídolo, era como su padre.
No me gusta posicionarme ante la gente que filmo como emitiendo un juicio, sino más bien de la manera más humana posible y yo he puesto a Fidel casi en el mismo nivel que los otros y le he puesto desde su lado personal, no tanto desde la política y básicamente por creer que dentro de lo que he querido hacer hay principios muy firmes, sigue siendo un referente de alguien que dijo no al imperialismo. Es un personaje muy importante para América Latina y para mi seguro.


¿Cuánto tiempo te ha tomado este proyecto?

Mucho años, tengo mucho material. La filmación comienza en los noventa en 8 mm, he ido y venido de Cuba y cada vez llevo diferentes equipos y lo que tengo es una mezcla de formatos. La parte más grande fue hecha hace un año. Estuve dos meses específicamente de rodaje. En total tengo como 57 horas de material más otros 40 de archivo. Solo uno de los discursos de Fidel son ocho horas de material.


¿Emite en su película un juicio sobre Cuba?

Eso es algo que la gente quiere que yo haga en la película. Los del un lado y los del otro exigen que la película emita un mensaje Cuba sí o Cuba no. Hace poco recibí las críticas de un cineasta belga y el comenta la cineasta rechaza el caer en chantaje del sí o del no y yo creo que es justamente eso. Es más fácil apasionarse y decir sí, todo funcionó o por el contrario decir que no sirvió para nada, al menos en los dos casos tendría un grupo a favor. Pero en el caso de esta película lo que quería era provocar una discusión más profunda que ya no sea a través de las pasiones, sino que la gente pueda ver los bemoles, los otros matices que están más allá.

Esta película, contrariamente a lo que podría parecer, no está hecha para la gente que ama Cuba, más bien es todo lo contrario es una película que quisiera movilizar a aquellos que no están totalmente de acuerdo con lo que ha pasado en Cuba, no desde el punto de vista político específicamente, sino desde lo humano, porque la película habla de gente, son seres humanos que han vivido la guerra, pero que viven, que aman y que si se los ve como humanos más allá de la ideología se comprenden muchas más cosas.

Paulina Simon T.

Nota publicada en Diario Hoy (9 de mayo de 2007)

No hay comentarios: