El pasado domingo 25 de febrero, Los infiltrados recibió cuatro premios Óscar: Mejor Guión Adaptado, Mejor Montaje, Mejor Director -tras seis nominaciones fallidas para el ítalo-americano Martín Scorsese- y el mayor galardón a Mejor Película.
No hace falta decir que Los infiltrados no era una de las favoritas al Óscar, al menos no entre el público hispano que tenía la certeza de que la Academia se rendiría a los pies de Babel. Sin embargo, entre los críticos, actores y personas de la industria se ha dicho que hubiera sido un error no darle el galardón a Scorsese y su obra.
La gran ganadora cuenta una historia de policías, ladrones, traidores y espías; todos, piezas clave para la mafia a cargo de Jack Costello (Jack Nicholson) en Boston.Por un lado está Colin Sullivan (Matt Damon), el protegido del gran jefe Costello, quien se convierte en un detective de la Policía para encubrir las fechorías de los suyos.Por su lado, Billy Costigan (Leonardo DiCaprio) estudia en la Academia de Policía, pero por los antecedentes criminales de su familia el único cargo que le ofrecen es el de agente encubierto trabajando para Costello, quien prepara un gran golpe.
Los infiltrados es una cinta altamente violenta, la trama entera es un continuo tiroteo, reguero de sangre, brazos, dedos y columnas rotas, y lo único que justifica aquello es que se trata de la mafia y de policías rudos que hacen lo que les gusta. Es posible que por eso la historia no logra cuajar del todo y tiene un desenlace sorpresivo. No por eso deja de ser una buena película de acción en la que al menos hay una cosa clara: no se trata de ser bueno o malo sino de ser un traidor convincente.
El punto más fuerte de la película es la actuación de Nicholson y la de Leonardo DiCaprio, cada vez mejor en sus interpretaciones. En lo que respecta a Scorsese, siempre fue mejor en los setenta y ochenta, y son las películas de esa época las que debieron conseguirle un buen número de estatuillas.
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